Gurdjieff consideraba al ser humano esclavo. Pero este
cautiverio es necesario par el correcto devenir del Mundo. De hecho, que el
hombre se eleve podría considerarse ir contra natura.
La vida lucha por mantener el status quo y para ello cuenta con poderosas herramientas: el hambre, la servidumbre, el miedo, el deseo... en definitiva, todo
aquello que distrae al Hombre.
Este tipo de influencias, llamémosles A, están por todas partes, nos llevan y nos traen; porque un dato
capital es que estas influencias se neutralizan unas a otras, aritméticamente
hablando su suma es 0, de tal manera que si pudiésemos verlas todas a la vez observaríamos
su irrealidad. El conjunto de estas influencias conforma la Ley de
Accidente o Ley General.
Pero junto a éstas, podemos encontrar otro tipo: las influencias B. Mouravieff las considera arrojadas a la vida desde el Centro Esotérico. Éstas son las que hay que buscar. Podríamos decir que saber diferenciar entre los dos tipos es el primer trabajo de todo aquel ansioso por comprender: En la vida, cada ser esta sometido a una especie de examen. Si discierne la existencia de las influencias B, si adquiere el gusto de recogerlas y absorberlas, si aspira a asimilarlas cada vez más, su naturaleza interior, entremezclada, sufrirá poco a poco una cierta evolución. Si los esfuerzos por absorber las influencias B son constantes y suficientemente intensos, se podrá formar en él un centro magnético.
Este centro magnético es el que nos ayudará en el
paso a un siguiente nivel: de hombre 1, hombre 2 u hombre 3 a hombre 4, el que
ha cruzado el primer umbral.
¿Dónde encontramos esas influencias? Los Evangelios,
aunque habría que matizarlo, contienen influencias B, algunos diagramas
gnósticos y paganos; mitos, cuentos y leyendas en todo el mundo, obras de arte
como la esfinge... pero sus transmisores más fieles son los símbolos.
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