lunes, 20 de mayo de 2013

La Fábula del Águila y el Sapo

Fuente: Hieroglyphica, Editorial Akal

Al lado de una charca, junto a frondosos juncos, un águila se lamentaba: ¿Qué será de mí? Tanto tiempo jugando con el azul del cielo y abrazado por la luz del sol han ablandado mis sentidos, ¿cómo conseguiré el necesario alimento?
Un sapo, verde y averrugado, escuchaba estos pensamientos semioculto en el agua. Venciendo a su temor, se presentó ante el águila: Croooac, hermana, croooac. No me comas. Te he oído y la curiosidad ha ganado al miedo, croooac. ¿Cómo pueden salir de ti, oh reina de las nubes, señora de las alturas que eres libre de raíces y pezuñas, croooac, tales lamentos?

El águila giró su cuello hacia la voz y trató de enfocar sus ojos: Hermano sapo, no temas mal. Sí que es cierto que habito el cielo y que con estas alas me elevo y domino, pero lo mismo que me hace subir me aleja de montañas y valles. Mi vista, penetrante en el viento, ha perdido filo para estos campos. Tanto ha perdido que las presas se me escapan, se esconden apartándose de mis garras.
El sapo pensó un momento y le contestó al águila: Croooac, quizá yo pueda ayudarte, croooac. Alza el vuelo y espérame en el trigal que está aquí al lado, croooac.
El águila, extendiendo sus alas, voló en dirección a la era. El sapo, extendiendo sus ancas, empezó a dar saltitos y a croar en la misma dirección.
El águila oteaba en círculos el trigal, de vez en cuando veía movimiento, pero cuando quería iniciar el descenso cazador nada se movía abajo. Entre el trigo, docenas de conejos se quedaban quietos, moviéndose muy de poco en poco, pues sabían que así su depredador no los veía. Croa que te croa, el sapo llegó al lugar convenido y se puso detrás de un par de gazapos. Cogió aire y croó tan fuerte que todas las espigas se ondularon. Los conejos, asustados, empezaron a correr en todas las direcciones. El águila, desde el cielo, sólo tuvo que elegir y sin ninguna dificultad apresó a uno de ellos.
Gracias, hermano sapo, me has sido de mucha ayuda – dijo la feliz águila.
Croooac, y así puede seguir siendo cuando lo necesites, croooac. Sólo te pido una cosa, croooac. – le contestó con su grave voz el sapo.
El águila, agradecida, le respondió: ¿Qué cosa es esa? Hermano sapo.
Croooac, que de vez en cuando, croooac, - casi suplicaba el sapo, bajes a mi charca y me hables del azul del cielo y de los abrazos de la luz del sol.

2 comentarios: