lunes, 29 de abril de 2013

La Enseñanza de Gurdjieff: Las vías hacia la trascendencia



La meta más alta a la que todo ser humano debe aspirar es la comprensión. Responder al aforismo popular del quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos. Centrándonos en el denominado mundo esotérico todos los sistemas que han intentado acercar al hombre a su sentido se pueden dividir en tres modelos generales: el camino del faquir, el camino del monje y el camino del yogui.

El camino del faquir: Basa todo su esfuerzo en el control del cuerpo. Mediante martirios casi inimaginables torturan su cuerpo hasta desarrollar una plena voluntad física (según San Agustín, la voluntad es un movimiento del alma, exento de toda coacción, dirigido a no perder o a conseguir algo): Todo el camino del faquir está hecho de ejercicios físicos increíblemente penosos. Se mantiene de pie, en la misma posición, sin movimiento alguno, durante horas, días, meses o años; o bien, sentado sobre una piedra desnuda, bajo el sol, bajo la lluvia, bajo la nieve, mantiene los brazos extendidos o bien se tortura con fuego o con un hormiguero en el que pone sus piernas desnudas, y así sucesivamente.
El hombre que obtiene este control corporal, normalmente, ha descuidado en el largo proceso las funciones emotivas e intelectuales, lo que conlleva que no sepa usarlo más que a ese nivel.
En el camino del faquir un hombre no tiene maestro en el verdadero sentido de la palabra. En este caso, el maestro no enseña, simplemente sirve de ejemplo. El trabajo del alumno se limita a imitar al maestro.

El camino del monje: Trabaja sobre los sentimientos. Es el camino de la Fe y las emociones religiosas. Tras años de luchas internas se consigue someter los propios sentimientos, pero como en el caso de faquir se suele descuidar las otras dos funciones.
El hombre que sigue el camino del monje tiene un maestro y parte de sus deberes, parte de su tarea, consiste en tener una fe absoluta en él, en someterse por completo a su maestro, en obedecer. Pero lo esencial en el camino del monje es la fe en Dios, el amor a Dios, los esfuerzos ininterrumpidos para obedecer a Dios y servirlo, aunque en su comprensión de la idea de Dios y del servicio de Dios, pueda haber una gran parte de subjetividad y muchas contradicciones.

El camino del yogui: Se ocupa de la función intelectual. Como las anteriores deja de lado las otras funciones. Su ventaja radica en que al desarrollar la inteligencia sabe qué es lo que le falta y qué dirección tiene que seguir para conseguirlo.
En el camino del yogui no hay que hacer nada, y no se debe hacer nada, sin un maestro. El hombre que emprende este camino, al comienzo debe imitar a su maestro como el faquir y creer en él como el monje. Pero después, paulatinamente, llega a ser su propio maestro, aprende los métodos de su maestro y gradualmente se ejercita en aplicárselos a sí mismo.

Estas 3 vías tienen en común la renuncia total a la vida tal como nos la representamos hoy en día. Hay que morir para el mundo.

Gurdjieff añade una categoría más: El cuarto camino. Según Gurdjieff,  en las condiciones ordinarias de la vida civilizada, la situación de un hombre, aun inteligente, que busca el conocimiento, es sin esperanza, porque no tiene la menor posibilidad de encontrar alrededor de él algo que se asemeje a una escuela de faquires o a una escuela de yoguis. En cuanto a las religiones del Occidente, han degenerado hasta tal punto que desde hace mucho tiempo ya no hay nada viviente en ellas. En fin, del lado «ocultista» o «espiritista», ya no hay nada que esperar sino experiencias ingenuas.

La característica principal de esta nueva vía es que no está señalizada, hay que buscarla para hallarla. El método de Gurdjieff nos permite trabajar simultáneamente en nuestro cuerpo, sentimientos y pensamientos mientras trascurre nuestra vida ordinaria: El comienzo del cuarto camino es más fácil que el comienzo de los caminos del faquir, del monje y del yogui. Es posible seguir el cuarto camino y trabajar en él mientras uno continúa atendiendo sus ocupaciones ordinarias, en las condiciones habituales de la vida, sin cortar las relaciones que uno tiene con la gente, sin abandonar nada. Este camino no exige el renunciamiento. Por el contrario, las condiciones de vida en las que un hombre se encuentra cuando emprende el trabajo —o en las que el trabajo lo sorprende, por así decirlo— son las mejores posibles para él, por lo menos al comienzo. Porque ellas le son naturales. Ellas son el hombre mismo, porque la vida de un hombre y sus condiciones corresponden a lo que él es. La vida las ha creado a su medida; por consiguiente, cualquier otra condición sería artificial, y en este caso el trabajo no podría tocar inmediatamente todos los lados de su ser[…] A veces al cuarto camino se le llama el camino del hombre ladino. El «hombre ladino» conoce un secreto que no conocen el faquir, el monje ni el yogui. Cómo ha aprendido este secreto el hombre ladino — nadie lo sabe. Quizás lo ha encontrado en un libro antiguo, quizás lo ha heredado, quizás lo ha comprado o a lo mejor se lo ha robado a alguien. No importa. El hombre ladino conoce el secreto y con su ayuda, deja muy atrás al faquir, al monje y al yogui.

1 comentario:

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